Me embrujas desde lejos

Me embrujas desde lejos, me cubres los ojos con los dedos. Me envuelves, te deslizas, me desarman tus caricias.
Has tejido una red en torno a mí, hecha de tus sonrisas, de tu física. Me cercaste y yo que te creía me he dejado envolver en tus rimas.
Y tu juego comenzaba. Yo te espero, tú te largas. Yo a ti te pienso, tú no me extrañas. Y aquí me quedo, como siempre, esperando que llegues.
Y me pregunto, frente al espejo, qué demonios es lo que querrá, que no me suelta, ni se va. Si me alejo, te diluyes y filtras tu ser en mi muro endeble que cede a tus pregones.
Tú que te quejabas de ése resorte que te da libertad hasta llegar al borde. Tú que lamentabas los engaños de otro nombre.
Hoy me tienes, en espera. Entre la segunda y la tercera, haciendo tiempo pa’ no perder la que te queda. Yo no comprendo, vienes corriendo, me juras amor y luego te vas.
… y me dejas queriéndote más.

las palabras en itálicas, son regalo de alejandro sanz

Hoy me acordé de ti... ya no recuerdo por qué.

Del buenas noches, que sueñes bonito (que sueñes conmigo); de los saludos que nunca supe para quién eran, de las lecciones de fútbol improvisadas, de la imagen del Barcelona para llevarte la contraria.

Me acordé de los mensajes crípticos, de los acuerdos tácitos que escribimos en un barquito de papel con el dibujo del principito. De los juegos y las tretas, de tus gustos y rabietas; de las espirales y los fractales, de los números que te dejaba explicarme (... por darte un gusto).

Recordé que por un tiempo las lunas parecían preciosas, aún si las empapaban las nubes de lluvia. Que entre todo el jaleo del torbellino que es el tiempo, había un foco de calma; que se podía pasar por todo, y dejar que todo pasara. Que la eternidad cabía en un minuto y que en el mundo éramos uno. Que los luceros son los mejores testigos de los desvelos.

Olvidé (y no recuerdo por qué) que es por ti que ahora hay sólo restos de lunas rotas. Fragmentos desperdigados por el suelo y que no puedo juntar en un rincón y esperar a que se añejen, como le pasa a todo lo viejo. Sé que no los encontraría todos, que alguno se quedaría escondido por ahí, acurrucado bajo la rama de un rosal marchito, esperando paciente a que un rayo de sol animara a los retoños, para revivir con sus pétalos y recordarme lo que alguna vez fue doloroso.

Hoy recordé que borré tu nombre de mi memoria, para que el tiempo le ponga una etiqueta de olvido.

Noviembre 23, 2009

Ätran

Este es el primer cuento que añado al blog y el post está pensado para que ustedes dejen sus comentarios al respecto. Lo iré actualizando conforme comenten y los pondré aquí, ¡sí señores y señoritas! Tendrán un espacio privilegiado en el blog.
Apreciaría que fueran sobre el contenido o el estilo del cuento, los comentarios como Mabel eres lo máximo, soy tu más grande fanssss o cásate conmigo se agradecen, pero es algo que ya sé. Quiero saber lo que opinan de mi trabajo.

Gracias.



http://www.pdfhost.net/index.php?Action=Download&File=d003ef93770fb58864c1e0ce1822dbf0

An education


Después de mucho pensarlo, decidí escribir sobre una de mis películas favoritas del extinto 2009, An education (la segunda, después de Up, por supuesto). Más allá de las características habituales que juzgamos en una cinta (música, fotografía, dirección, etc.), lo que me cautivó de An education fue el argumento, que me hizo recordar a Bioy Casares: La verdad es relativa, las razones que cada quien tiene para hacer algo pueden ser mutuamente excluyentes, pero igualmente válidas (para mayor referencia lean Recuerdo de las sierras).


Un resumen rápido de la historia sería: Jenny es una chica de 16 años empeñada, como sus padres, por ingresar a Oxford. Conoce a David, un playboy de casi 40 años que le muestra un mundo distinto al que estaba acostumbrada. Tal es el encanto de este hombre, que Jenny es capaz de pasar por alto los negocios deshonestos con que se gana la vida.


Eventualmente, David seduce a Jenny durante un viaje a París y pide su mano en matrimonio. Los padres de la joven, encantados con el prospecto a esposo, lo aceptan de inmediato. En la cena de compromiso Jenny descubre que David es casado y que sacrificó su educación por un matrimonio imposible.

Como toda historia que se precie An education tiene un final feliz, Jenny pide ayuda a su antigua maestra del colegio para hacer los exámenes de admisión en Oxford, y finalmente consigue ser aceptada en la universidad.


Ahora bien, ¿por qué me recordó a Bioy? Muy simple. Cada personaje tiene razones distintas para apoyar a Jenny en el ingreso a Oxford, todas se excluyen entre sí, pero no carecen de validez.


Para Jenny, la protagonista, Oxford siginifica salir del mundo aburrido del Londres de principios de los sesenta. La Universidad era sinónimo de pensamiento libre, de conocimiento, de contacto con personas que “saben muchas cosas, sobre muchas cosas”; a principios de los sesenta, las universidades grandes, como Oxford podían considerarse los semilleros de los futuros movimientos juveniles de finales de la década y el trampolín para conocer otros países como Francia, que en aquella época se erigía como la fuente de la moda, no sólo en cuestiones de vestir, sino en ideas, música, modo de vida, amor.


Los padres de Jenny consideraban la universidad como la oportunidad para que su hija conociera un buen prospecto a esposo, como una “alternativa” a los centros nocturnos. Es por eso que cuando escuchan sobre la propuesta de David, Oxford es el último tema en su mente, no hay necesidad de educación si ya se tiene lo que se buscaba, en principio.


Miss Stubbs, una de las profesoras de Jenny, la apoya porque para ella, una nueva mujer en la universidad significa una pequeña victoria más en la lucha por la igualdad de la mujer (igualdad en la que por cierto nunca he creído, pero eso será tema de otro post).


Finalmente, David es la contraparte de la historia, el villano si quieren decirlo de ese modo. Él seduce a Jenny con viajes, autos de lujo, cigarrillos importados; la ama por ser mujer, por ser joven y no está interesado en “The clever Jenny”. Representa la tentación a la que quizá estamos sujetas muchas (por no decir todas) las mujeres: elegir entre una vida fácil y lujosa, aún si eso significa convertirse en una Plastisex o hacer algo aburrido y después hacer algo todavía más aburrido para seguir haciendo algo aburrido y así conseguir algo importante, pero por nosotras mismas (que conste que siempre existe el término medio).


Mención especial merece Helen, amante del mejor amigo de David, Danny. Ella es un digno ejemplo de una Plastisex: Bonita, elegante, cubierta con ropa costosa, pero ignorante a más no poder. Es el personaje que más me hizo reír en toda la historia. Desde sus comentarios sobre el latín “que en cincuenta años no hablarán ni los latinos”, las críticas sobre la apariencia de las chicas universitarias y su cátedra sobre “Read english books”.

Lo curioso es que a estas alturas de nuestro glorioso siglo XXI existen todavía células en que el matrimonio es lo más importante para la mujer y la educación se añade a los centros nocturnos como medio para conseguirlo. Las Plastisex existen y las “clever Jenny” también (a Dios gracias).


Y este post destinado a hablar de An education se convirtió en expresión de mi deseo oculto de ser plastisex (jajaja).


Para terminar, aunque el sountrack sólo tiene cuatro pistas originales, vale mucho la pena, por ser una gran compilación de temas de los sesenta, entre los que se encuentra Comin’ home.

Ampliamente recomendable.


(Si la cinta les interesa pueden bajarla de http://nuevocinemaparadiso.blogspot.com/ o si la quieren en avi para verla en su tele… búsquenla por ahí).


Canciones

A veces escribo letras al azar,
relatos que no pensaba contar.
Y me pregunto para qué lleno las hojas
si se esfumó la fantasía que me enamora.

Junto a la cama, el libro de García Márquez
que da cuenta que la vida es lo que es
un ato inconexo de historias al revés,
no hay Ferminas ni Florentinos,
no hay amor que espere siglos.

La tinta no se condensa ni materializa,
ni la solución de mi emoción la reanima,
sólo queda ahí, tan eterna y tan fría.
La letra, mil veces hecha, no cambia de jerarquía.

Puedo llenar de letras el frente y el revés de mi libreta,
soñar con los cuentos de García, con Florentinos y Ferminas,
Hacer cien poemas, mil notas, y canciones hasta cincuenta,
y la tinta seguirá ahí, como yo, esperando por ti.

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